lunes, 19 de enero de 2015

Vieja Estación (Ángel Gómez Espada)



Con el vértigo que puede ofrecer
el vaivén de los raíles, la visión de la nada,
hemos abandonado la estación en la que trabajó
mi padre durante mi primera infancia.
Estaba lejos de casa y fuera del pueblo,
en mitad de un páramo sin dueño. Las horas
caían con la misma parsimonia
que los trenes o los viajeros pasaban.
Imagino a mi padre leyendo
en esas feas noches de invierno,
lo veo echándonos de menos,
lamentando no poder venir para arroparnos,
ponernos el pijama, calentarnos la leche.
En ocasiones,
muchas menos de las que me hubiera gustado,
cogíamos el tren para visitarlo.
De aquello quedan recuerdos vagos:
un perro negro con un collar de pulgas,
mis primas corriendo por el andén,
un banco siempre verde al que ascendíamos
para tocar la campana hasta reventar,
el olor a paella y algún que otro tren
perdido de mercancías al que saludábamos
entusiasmados y contando sus vagones.
Luego regresábamos y él seguía su rutina.

De aquellos días lo que más lamento
fue no haberle dicho nunca lo mucho
que lo quiero. Y ahora apenas me quedan
fuerzas. La vida ha ido edificando un muro
de silencios inciertos entre nosotros.

La vieja estación también se ha muerto.
Nada queda en ella sino silencio.
La primavera comienza a avisarnos
con sus trinos de su pronta venida.
Él estará, sin duda, esperándome en el andén.
Nos daremos un par de besos
y en pocas palabras, le resumiré mi viaje
mientras llegamos a casa. Después,
comeremos, y todo seguirá su curso natural.



martes, 13 de enero de 2015

Un Sitio en La Palabra (María Sanz)



La verdadera historia no se escribe
sin dar al fracasado
un sitio en la palabra.
 Y qué mejor motivo para hacerlo
que encontrar esas huellas
de los días envueltos con la propia renuncia,
ese final escrito sobre el aire.
 Quién oyera la voz incandescente
de aquél cuyo silencio es su enemigo
y se sabe orador, y se responde
con la locuacidad de la derrota. 
 El hundido conoce como nadie
el sombrío dolor, la llama fría
que propaga su intento
de vivir, de alumbrarse.
 
 Pero calla la vida, todo calla.
  La verdadera luz se enciende sola. 
 
 
 (De Dos lentas soledades, p. 39).
 
 
 
 
 
 

viernes, 5 de diciembre de 2014

Romance de La Luna (Federico García Lorca)



La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos. 



El niño la mira mira.
El niño la está mirando. 


En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño. 


Huye luna, luna, luna. 

Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos. 


Niño déjame que baile. 


Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados. 


Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos. 


Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado. 


El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano. 


Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados. 


Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos. 


Las cabezas levantadas
y los ojos entornados. 


¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol! 


Por el cielo va la luna
con el niño de la mano. 


Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.


El aire la vela, vela.

 El aire la está velando.


La Luna (Jaime Sabines)



La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas. 

Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía. 

Un pedazo de luna en el bolsillo
es mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
para ser rico sin que lo sepa nadie
y para alejar a los médicos y las clínicas. 

Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir.

Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver. 

Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados. 

Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas.


 - Dedicado a Filippoint- 





jueves, 4 de diciembre de 2014

Y, Sin Embargo, Amor, a Través de Las Lágrimas... (Roque Dalton)



Y, sin embargo, amor, a través de las lágrimas,
yo sabía que al fin iba a quedarme
desnudo en la ribera de la risa.

Aquí,
hoy,
digo:
siempre recordaré tu desnudez entre mis manos,
tu olor a disfrutada madera de sándalo
clavada junto al sol de la mañana;
tu risa de muchacha,
o de arroyo,
o de pájaro;
tus manos largas y amantes
como un lirio traidor a tus antiguos colores;
tu voz,
tus ojos,
lo de abarcable en ti que entre mis pasos
pensaba sostener con las palabras.

Pero ya no habrá tiempo de llorar.

Ha terminado
la hora de la ceniza para mi corazón:

Hace frío sin ti,
pero se vive.




martes, 2 de diciembre de 2014

Vendrá la Muerte y Tendrá Tus Ojos (Cesare Pavese, 1908-1950. Traducción de Guillermo Fernández)



Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una palabra hueca,
un grito ahogado, un silencio.


Así los ves cada mañana
cuando a solas te inclinas
hacia el espejo. Oh querida esperanza,
ese día también sabremos
que eres la vida y la nada.


Para todos tiene la muerte una mirada.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.

Será como renunciar a una mala costumbre
como mirar en el espejo
asomarse un rostro muerto,
como escuchar unos labios ya cerrados.
Nos hundiremos en el abismo, mudos.



Happy New Year (Julio Cortázar, 31/12/1951)



Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestas tu mano en esta noche
de fin de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.




jueves, 20 de noviembre de 2014

Sobre el Sentir y el Corazón (Ray Loriga)



"Como cualquier otro hombre, no soy culpable del crimen del que me acusan, sino del crimen que mi propio corazón estaba condenado a cometer. No puede culparse a un hombre de no intuir a tiempo la llegada del deshielo, ni puede culparse a quien no es un héroe de no serlo. Y sin embargo no soy un hombre inocente, por más que no sepan ustedes adivinar la naturaleza de mi culpa. 

-*No es ante usted ante quien me veo obligado a bajar la cabeza, sino ante la mirada inclemente de mi propio corazón*-

Es su llamada la que no he conseguido escuchar, la que jamás he atendido. Si soy un monstruo, soy un monstruo dormido. Un monstruo que tal vez ya nunca despierte. Y he aquí el único consuelo. Quien cometió el crimen dormido y dormido recibió el castigo tal vez pueda seguir durmiendo durante los años que dure la condena. Y al final, cuando llegue el día, al contrario que el resto de los hombres, no tendrá más que pasar plácidamente de este sueño al otro."



miércoles, 19 de noviembre de 2014

No Vengas Por Aquí, Pero Si Vienes... Charles Bukowski - El mundo visto desde la ventana de un 3er piso (Poemas Selectos 1955-65).


Sí, claro, estaré aquí a menos de que salga
no toques el timbre si ves las luces apagadas
o si escuchas voces
tal vez esté leyendo a Proust
si alguien desliza un libro suyo bajo mi puerta
o si arrojan uno de sus huesos en el estofado,
no presto dinero
ni el teléfono
ni lo que queda de mi auto
si quieres coge el periódico de ayer
una camisa vieja
un sandwich a la boloñesa
o duerme en el sillón
si es que no gritas de noche
te permito que hables de ti misma
lo que es normal;
los tiempos duros nos pegan a todos
sólo que yo no trato de formar una familia
de mandar a mis hijos a Harvard
o de comprar una finca con áreas de caza,
no aspiro a tanto
sólo trato de mantenerme vivo
de aguantar un poco más,
así que si alguna vez tocas a mi puerta
y no respondo
y no hay una mujer adentro
es que tal vez me rompi la quijada
y esté buscando un poco de alambre
o cazando mariposas en la pared tapizada,
lo que quiero decir
es que
si no respondo,
no respondo,
y la razón es que todavía no estoy listo para matarte
o para amarte, ni siquiera para aceptarte,
lo que significa que no quiero hablar,
que estoy ocupado, enojado, alegre
o que tal vez estoy colgado de una cuerda;
así que si las luces están encendidas
y oyes ruidos
como de respiración, de rezos, de voces cantando
por el radio, de chasquidos de dados,
o de golpeteos de máquina de escribir
vete,
ese no era el día, ni la noche,
ni la hora adecuada;
y no es descortesía,
no deseo lastimar a nadie, ni siquiera a un insecto,
aunque a veces reúno evidencias de algunos bichos
que requieren clasificación,
pero tus ojos azules, si es que son azules
o tu cabello, si es que tienes
o tu cabeza, no pueden entrar
hasta que la soga se corte o se anude
hasta que me haya rasurado en
espejos nuevos,
hasta que el mundo
se haya revelado
o detenido
 para siempre.





miércoles, 29 de octubre de 2014

El Encubridor (Julio Cortázar)


Ese que sale de su país porque tiene miedo,
no sabe de que,
miedo del queso con ratón,
de la cuerda entre los locos,
de la espuma en la sopa.
Entonces quiere cambiarse como una figurita,
el pelo que antes se alambraba
con gomina y espejo lo suelta en jopo,
se abre la camisa, muda de costumbres,
de vino, de idioma.
Se da cuenta, infeliz, que va tirando mejor,
y duerme a pata ancha.
Hasta de estilo cambia,
y tiene amigos que no saben su historia provinciana,
ridícula y casera.
A ratos se pregunta como pudo esperar
todo ese tiempo
para salirse del río sin orillas,
de los cuellos garrote,
de los domingos, lunes, martes, miércoles y jueves.
A fojas uno, si, pero cuidado:
un mismo espejo es todos los espejos,
y el pasaporte dice que naciste y que eres
y cutis color blanco, nariz de dorso recto,
Buenos Aires, septiembre.
Aparte que no olvida,
porque es arte de pocos,
lo que quiso,
esa sopa de estrellas y letras que infatigable comerá
en numerosas mesas de variados hoteles,
la misma sopa, pobre tipo,
hasta que el pescadito intercostal
se plante y diga basta.
Antes, después
como los juegos al llanto
como la sombra a la columna
el perfume dibuja el jazmín
el amante precede al amor
como la caricia a la mano
el amor sobrevive al amante
pero inevitablemente
aunque no haya huella ni presagio

aunque no haya huella ni presagio
como la caricia a la mano
el perfume dibuja el jazmín
el amante precede el amor
pero inevitablemente
el amor sobrevive al amante
como los juegos al llanto
como la sombra a la columna

como la caricia a la mano
aunque no haya huella ni presagio
el amante precede al amor
el perfume dibuja el jazmín
como los juegos al llanto
como la sombra a la columna
el amor sobrevive al amante
pero inevitablemente.




Sin Poesía (Alfredo Lavergne)


Al cabo de un tiempo
el pasado sumiso gira sin morder la cola
El espino se corona de cuarzo de sien
Los relámpagos de tejidos mudos
Las hojas son aire que se estremece
El espanto quiebra el báculo de la huella
Las patas de conejos raspan espejos
El trópico pierde en sus mandíbulas
Los frutos arrastran el tronco al monte
Cenan las piedras en el pozo de los niños
Las uñas de las plumas hacen cortacircuito
El arco del verbo pasa por el filo del clavel
Las bocas piden un bien a los traspiés
Las guaridas entregan los ríos perdidos
Los colores gimen en los polos
El bostezo cava la sed en la iguana
El celo galopa en el sol.

Se cumple la profecía de las 9.01 horas.

Sin poesía, la humanidad agoniza.
Primero mueren los poetas.
Tardíos y solitarios
los dioses se echan al hombro
las máscaras.

Sin poesía,
la humanidad agoniza
y la mujer que amamos da a luz otro amor.



miércoles, 22 de octubre de 2014

Cuando Estuve En El Mar Era Marino. (Jaime Sabines)



Cuando estuve en el mar era marino
este dolor sin prisas.
Dame ahora tu boca:
me la quiero comer con tu sonrisa.

Cuando estuve en el cielo era celeste
este dolor urgente.
Dame ahora tu alma:
quiero clavarle el diente.

No me des nada, amor, no me des nada:
yo te tomo en el viento,
te tomo del arroyo de la sombra,
del giro de la luz y del silencio,

de la piel de las cosas
y de la sangre con que subo al tiempo.
Tú eres un surtidor aunque no quieras
y yo soy el sediento.

No me hables, si quieres, no me toques,
no me conozcas más, yo ya no existo.

Yo soy sólo la vida que te acosa
y tú eres la muerte que resisto.




Maneras de Escuchar un Blues (Vicente Gallego)



Es hermosa esta noche en que estoy solo,
y fumo, y he dejado
en penumbra la casa mientras suena
un dulce y triste blues,
un blues tan triste y dulce como otros.
Nada en mí, ni en la noche, ni en la música,
se diría especial, y sin embargo
existe algo muy hondo en esas cosas
que parecen sencillas:
una extraña grandeza que no acaba
de ser exaltación, tragedia, paz,
pero que es todo eso, y es también
un sentir claramente
que para que esto ocurra ha sido necesario
apurar estos años, acumular recuerdos,
haber ganado
y haber perdido tantas cosas.
Para que este piano suene así,
para temblar así con esta música,
ha sido necesario
ir llenándola poco a poco
de belleza y de daño, ir llenándola
con nuestra propia vida, para que se parezca
a nuestra propia vida, y suene así:
tan insignificante
y tan grande, tan triste, tan hermosa.





sábado, 11 de octubre de 2014

53. (Roberto Juarroz)



Tengo las uñas sucias de alma
y el corazón parlamentando con los trenes. 

Cuando des vuelta del todo la cabeza,
excavaré un lugar entre tu nombre y el tabaco
para guardar la vida de mi muerte.


Y empezaré a limpiarme bien las uñas,
hasta que los trenes se paren
y tu cabeza dada vuelta
comience la tarea de agacharse.


Entonces, yo le pondré bordes a tu muerte,
por nada, por las dudas,
por si quieres tomarte de algo
o simplemente mirarme.



La Lluvia. (Elena Martín Vivaldi)



¿Cómo sería la lluvia
si no fuera de aroma,
de recuerdo,
de nube,
de color
y de llanto? 


¿Cómo se oiría la lluvia,
si no brillara intensa,
pálida,
azul,
violeta,
relámpago,
arco iris
de olores y esperanzas? 


¿Cómo daría la lluvia su olor,
su gris perfume,
si no fuera aquel ritmo,
aquella voz,
el canto,
eco lejano,
el viento,
una escala de ensueños? 


¿Cómo sería la lluvia,
si no fuera su nombre?