lunes, 22 de septiembre de 2014

No Le Temo Para Nada (Andrés Camacho)



¡Mi vida!, usted tiene la insana costumbre
de romper todos los puentes
que me unen a este mundo de muertos. 

El día que tenga que pagar por mi desdén,
usted, en lugar de venir a mi favor,
afilará en acero de la guillotina con su lengua.

¿Cómo no la voy a querer?, dígame. 

A veces, no sé cómo presentarme ante usted;
y me pregunto si estos versos
estarán bien zurcidos al revés de mis ganas,
o si usted, con esa fama de asesina,
me tendrá preparada la manzana de Venus. 

Y no es que yo crea que usted,
pueda llegar a hacerme algún daño -eso a mí
me importa tres rábanos, la verdad. 

Cuando usted llegó a mi vida, mi corazón
era solo una bolsa de pegamento desinflada;
y tal vez, un pulmón perforado por las penas;
así como mi cerebro una piedra ahuecada. 

Pues no; no le temo para nada, mi amada.

Usted sabrá, cuando el momento haya llegado,
que mis carnes no son tan sensibles
como lo son mi alma y mis palabras de barro;
y que mi cordura la empeñé, ahajada y sin arreglo,
en una tienda de incoherentes frustrados. 




Soneto XXV (Pablo Neruda)



Antes de amarte, amor, nada era mío:
vacilé por las calles y las cosas:
nada contaba ni tenía nombre:
el mundo era del aire que esperaba.


Yo conocí salones cenicientos,
túneles habitados por la luna,
hangares crueles que se despedían,
preguntas que insistían en la arena.


Todo estaba vacío, muerto y mudo,
caído, abandonado y decaído,
todo era inalienablemente ajeno,

todo era de los otros y de nadie,
hasta que tu belleza y tu pobreza
llenaron el otoño de regalos.



Déjame, Pensamiento, Déjame... (Luis García Montero )



Déjame, pensamiento, déjame,
mañana seré tuyo,
volveré a ser tu presa.
                                    Pero hoy,
mientras la luz araña en los árboles y pide
una oportunidad,
quiero que me recoja la inútil primavera.

A la casa del frío
regresaré mañana, cuando el tiempo
exponga sus razones
y el corazón pregunte
lo que falta por ver,
cuántos latidos
pueden quedarle para detenerse. 




Por Septiembre (Luis García Montero)



Por septiembre
se te llenan de sótanos los labios
y es relativo el cielo
después de haberte visto preguntarle a la vida.
Pero también el cielo,
arrugado y preciso
como tu cazadora adolescente,
quiere estar entreabierto,
brillar recién amado,
descansando en la hierba
el peso de su larga cabellera de nubes.

Por septiembre
se te llenan de humo los síes en la boca.