Los Raíles del Tren, 143,5 cm, el Matrimonio y el Amor . El Zahir. (Paulo Coelho) Palabras para un Zahir (IMa_)



Mis ojos estaban fijos en los raíles del tren. Esther y yo, ca­minando paralelos el uno junto al otro, sin volver a tocarnos.

Dos destinos que.....

Raíles de tren.

¿Qué distancia hay entre uno y otro?

Para olvidarme del Zahir, procuré informarme con uno de los empleados que estaba en el andén.

–Distan 143,5 centímetros o 4 pies y 8,5 pulgadas –res­pondió.

Era un hombre que parecía en paz con su vida, orgulloso de su profesión, y en nada encajaba con la idea fija de Esther de que todos tenemos una gran tristeza escondida en el alma.

Pero su respuesta no tenía el menor sentido: ¿143,5 centíme­tros o 4 pies y 8,5 pulgadas?

Absurdo. Lo lógico sería 150 centímetros o cinco pies. Un número redondo, claro, fácil de recordar para los constructores de vagones y para los empleados de ferrocarril.

–¿Y por qué? –le insistí al empleado.

–Porque las ruedas de los vagones tienen esa medida.

« –Pero las ruedas de los vagones son así por la distancia en­tre los raíles, ¿no cree?

–¿Cree usted que yo tengo la obligación de saberlo todo so­bre trenes sólo porque trabajo en una estación?

Las cosas son así porque son así.

Ya no era la persona feliz y en paz con su trabajo de antes; sabía responder a una pregunta, pero no era capaz de ir más allá. Le pedí disculpas y permanecí el resto del tiempo mirando los raíles, sintiendo que intuitivamente querían decirme algo.

Por más extraño que pareciese, los raíles parecían contar algo sobre mi matrimonio y sobre todos los matrimonios.







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Pido disculpas a todos por no ser tan directo como las dos perso­nas que me han precedido, pero tengo algo que decir. Hoy he estado en una estación de tren, y he descubierto que la distancia que separa los raíles es de 143,5 centímetros o 4 pies y 8,5 pulga­das. ¿Por qué esta medida tan absurda? Le pedí a mi novia que descubriera la razón, y he aquí el resultado:

«Porque, al principio, cuando construyeron los primeros va­gones de tren, usaron las mismas herramientas que se utilizaban para la construcción de carruajes.

»¿Por qué los carruajes tenían esa distancia entre las rue­das? Porque las antiguas carreteras se hicieron con esa medida, ya que sólo así podían circular los carruajes.

»¿ Quién decidió que las carreteras debían hacerse con esa medida? Y he aquí que, de repente, llegamos a un pasado muy distante: los romanos, primeros grandes constructores de carre­teras, lo decidieron. ¿Por qué razón? Los carros de guerra eran conducidos por caballos, y al ponerlos uno al lado del otro, los animales de la raza que usaban en aquella época ocupaban 143,5 centímetros.

»De esta manera, la distancia entre los raíles que he visto hoy, usados por nuestro modernísimo tren de alta velocidad, fue determinada por los romanos. Cuando los emigrantes fueron a Estados Unidos a construir ferrocarriles, no se preguntaron si sería mejor cambiar el ancho, y siguieron con el mismo patrón. Esto llegó a afectar incluso a la construcción de los transborda­dores espaciales: los ingenieros norteamericanos creían que los tanques de combustible debían ser más grandes, pero eran fabri­cados en Utah, había que transportarlos en tren hasta el Centro Espacial de Florida y no cabían en los túneles. Conclusión: tu­vieron que resignarse a lo que los romanos habían decidido como medida ideal.

»¿Y qué tiene eso que ver con el matrimonio?

Hice una pausa. Algunas personas no tenían ni el más míni­mo interés en raíles de tren y empezaban a hablar entre sí. Otras me escuchaban con total atención, entre ellas, mi novia Marie y Mikhail.

Tiene mucho que ver con el matrimonio y con las dos histo­rias que acabamos de escuchar. En un momento dado de la historia, en el pasado, apareció alguien y dijo: cuando nos casamos, las dos perso­nas deben permanecer congeladas el resto de su vida. Caminaréis el uno al lado del otro como dos raíles, obedeciendo ese exacto patrón.

Aunque algunas veces uno de los dos necesite estar un poco más lejos o un poco más cerca, eso va contra las reglas. Las reglas dicen: sed sensatos, pensad en el futuro, en los hijos. Ya no podéis cambiar, debéis ser como los raíles: la distancia entre ellos es la misma en la estación de partida, en medio del camino o en la estación de destino. No dejéis que el amor cambie, ni que crezca al principio, ni que disminuya en el medio; es arriesgadísimo. Así pues, pasado el entusiasmo de los primeros años, mante­ned la misma distancia, la misma solidez, la misma funcionali­dad. Servís para que el tren de la supervivencia de la especie siga hacia el futuro: vuestros hijos sólo serán felices si permanecéis como siempre habéis estado: a 143,5 centímetros de distancia el uno del otro. Si no estáis contentos con algo que nunca cambia, pensad en ellos, en los niños que habéis traído a este mundo.

»Pensad en los vecinos. Demostrad que sois felices, que ha­céis churrasco los domingos, que veis la televisión, que ayudáis a la comunidad. Pensad en la sociedad: vestios de modo que to­dos sepan que entre vosotros no hay conflictos. No miréis a los lados, alguien puede estar viéndoos, y eso es una tentación, pue­de significar divorcio, crisis, depresión...

«Sonreíd en las fotos. Poned fotografías en la sala para que todos las vean. Cortad la hierba, haced deporte, para poder per­manecer congelados en el tiempo. Cuando el deporte ya no me­jore vuestro aspecto, haceos la cirugía plástica. Pero no lo olvi­déis nunca: estas reglas se establecieron en algún momento y tenéis que respetarlas.

¿Quién estableció las reglas? Eso no tie­ne importancia, no os hagáis jamás ese tipo de preguntas, por­que estos preceptos serán válidos siempre, aunque no estéis de acuerdo con ellos.

Recordé lo que me dijo el empleado de la estación: Las cosas son así porque son así.

(La cuestión es que yo no estaba dispuesto a quedarme en mi vida sin hacerme preguntas, esas preguntas precisas y necesarias para poder vivir en paz conmigo mismo)

Así que no os hagáis nunca esas preguntas o tendréis que pagar el precio de la verdad, y muy poca gente de la que conozco está dispuesta a hacerlo, así que, ¿para qué arriesgarse?

Para ser libre, dijo alguien....

Sí pero la libertad tiene un precio, ¿estás dispuesto a pagarlo?

Si me dices cual es ese precio puedo considerarlo.

Es muy sencillo a la vez que muy profundo:

Me han dicho muchas veces que la libertad absoluta no existe; lo que sí existe es la libertad de escoger cualquier cosa, y a partir de ahí comprometerse con esa decisión. Y lo único que se necesita para acometerlo es coraje.

¿Y eso no genera sufrimiento?

Una vez que conoces la verdad ya no puedes eludirla, claro que genera sufrimiento y si el sufrimiento está ahí, entonces es mejor aceptarlo, porque no se va a ir sólo porque tú finjas que no existe. Si la alegría por esa liberación que experimentas está ahí, también es mejor aceptarla, in­cluso con miedo de que se acabe un día. Hay gente que es capaz de relacionarse con la vida sólo a través del sacrificio y de la re­nuncia, ecuación macabra donde las haya para no se feliz ni vivir en paz contigo mismo excepto si renuncias a ser lo que realmente eres, excepto si te mutilas voluntariamente el alma.

Eso me da mucho miedo....

Tines miedo de quedarte solo y tienes miedo de estar acompañado porque no confías en ti mismo.

¿Y cómo puedo conseguirlo?, me refiero a confiar en mí mismo...

Sólo hay un camino: suelta, deja de aferrarte a lo que ya no es.. deja atrás lo que ya no tiene sentido en tu vida, lo que ya está marchito y está bien que así sea aunque te pese, cada cosa tiene su tiempo bajo el sol, no fuerces el tiempo, cuando una puerta se cierra es porque otra en algún otro lugar se abre y te está mostrando otro camino que comienza y que sería conveniente que siguieras.

¿Por qué, por qué habría de seguir un sendero desconocido y lleno de peligros y vaya usted a saber qué maldades?

Porque tú lo has llamado a tu vida, y cuando uno desea algo con todo su corazón el universo conspira para que su sueño se haga realidad.... Aquí tienes lo que pediste, ¿por qué te asusta?

Porque ahora que lo tengo, no tengo el coraje de vivirlo, porque no soy capaz de asumir lo que deseo, porque a pesar de desearlo con todo mi corazón lo considero demasiado peligroso.

Tuya es la elección. A nadie culpes si pasado un tiempo aún sigues subido en tu rail paralelo preguntándote por qué la vida es tan miserable y por qué estás siempre de mal humor y todo te resulta tan aburrido y falto de interés, no te quejes si al cabo de un tiempo te das cuenta de que tu vida no es más que un cúmulo de obligaciones y de quehaceres que sólo sirven para ocupar tu tiempo sin más trascendencia.

No, no quiero eso para mi vida, yo quiero trascender este presente absurdo y dejarme llevar por el río de la vida, quiero fluir con la vida sintiendo que las cosas que hago y las personas con las que comparto mi camino son las cosas y las personas que amo y que me hacen feliz y a las que soy capaz de hacer felices.

Pues acepta el reto. Sé un guerrero de la luz que va en busca de conquistar su sueño. Ya eres lo suficientemente adulto como para seguir engañándote, fingiendo que no te importa­ lo que pasa en tu vida, no en la superficie, sino en el fondo de tu vida que es lo que realmente tiene valor. Dime, ¿cuál es tu sueño?

Ecribir, expresarme, sentir, compartir mis cosas, sentirme amado y protegido, reír con mi hijos sin discutir, hacer las cosas que me gustan, viajar, comer, vivir la pasión por una vez en mi vida, desear y que me deseen, trascender, fluir, no seguir las reglas, crear.... Tantas cosas..

¿Ves?... Estás lleno de ilusiones y de sueños y vives marchito. ¿Por qué lo justificas?, ¿en nombre de qué o de quién te haces ese daño a ti mismo?

No lo sé... Imagino que porque las cosas siempre han sido así.

Pues cámbialas y el mundo también cambiará en algo y será un poquito mejor.

El resto del auditorio se quedó mudo, revuelto, un poco inquieto, porque como casi todas las cosas que fluyen debajo de la superficie de la rutina del día a día son incómodas de afrontar y de asumir, ni siquiera de confesárselas a sí mismos, era mejor mirar hacia otro lado y fingir que esas cosas no existían.

Que esas cosas no se cuestionaban como decía el empleado de los raíles, a fin de cuentas 143,5 cm era una medida como cualquier otra para seguir viviendo en un mundo paralelo y solitario.

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Zahir: 

Según el escritor Jorge Luis Borges, la idea del Zahir procede de la tradición islámica, y se esti­ma que surgió en torno al siglo XVIII. En árabe, Zahir significa visible, presente, incapaz de pa­sar desapercibido. Algo o alguien con el que, una vez entramos en contacto, acaba ocupando poco a poco nuestro pensamiento, hasta que no somos capaces de concentrarnos en nada más. Eso se puede considerar santidad o locura.


Enciclopedia de lo Fantástico, 1953, Faubourg Saint–Peres
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Vio en el fondo de sus ojos el amor, agazapado y temeroso, atrincherado tras la gruesa cortina tejida a lo largo de tantos años de habitar en el infierno. Sonrió dulcemente.

“Déjame entrar en tu vida- le dijo- Te prometo que sólo romperé lo imprescindible.”

CALMA#SafeCreative Mina Cb







Nadie debe preguntarse eso: ¿por qué soy infeliz? Esta pre­gunta trae consigo el virus de la destrucción de todo. Si nos preguntamos eso, querremos descubrir lo que nos hace felices. Si lo que nos hace felices es diferente de aquello que estamos vivien­do, o cambiamos de una vez, o seremos más infelices todavía.


Por eso es tan importante dejar que ciertas cosas se vayan. Soltar. Desprenderse. La gente tiene que entender que nadie está jugando con cartas marcadas, a veces ganamos y a veces perdemos. No esperes que te devuelvan algo, no esperes que reconozcan tu esfuerzo, que descubran tu genio, que entiendan tu amor. Cerrando ciclos. No por orgullo, por incapacidad o por soberbia, sino porque simplemente aquello ya no encaja en tu vida. Cierra la puerta, cambia el disco, limpia la casa, sacude el polvo. 

Deja de ser quien eras y transfórmate en quien realmente eres.

 
Dedicado a mi Zahir.





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