martes, 27 de enero de 2015

Te Buscaré (Esaú Alonso)



Cuando deje de sentirme culpable
por echarte de mí,
ese día, sólo así,
te buscaré.
Ya sí,
entonces,
podré mirarte finita, sondable,
con límites,
presente y perdonable; penetrando
hasta pinchar
los huesos de tus errores. 
Dios, que no me abandone!
Que no lo haga:
alma de mi inspiración, mi daga,
la que me hinca de rodillas,
esa, tú, la que me mata.



Tinieblas en Mi Cara (Esaú Alonso)



A veces, como tú,
el cielo se esconde,
ante tus ojos,
como teniendo miedo.
Se abre la noche larga
que acorrala tu pulso.
Dibuja muros
que crecen tras de ti;
paredones
de un áspero tono gris
para vivir
como un condenado a muerte.
Pero sin fusiles.
Trinando lamentos
por los caídos en la nostalgia,
por esos que nunca se van.
No merece una luna esta noche!
No, no la merece...
Quizá carbón oscuro, como ella,
de abajo,
de lo más profundo de las trincheras, donde nunca nadie quiere ir.
Así te llamo y me derramo
abierto de brazos!
apuesto como un candil
de ventana,
como en aquel lienzo
del 2 de mayo,
para que me dispares
y no vuelvas,
maldita...


    El Dios Abandona a Antonio. (Constantino Cavafis)


    Se hizo tarde.
    También se deshizo.
    Se hizo y deshizo noche.
    Se hizo día.
    Te fuiste y se deshizo día.
    No has vuelto
    -al menos no en esa forma-
    y se deshizo siempre.

    Roberto Villar 



    Cuando, de pronto, se deje oír a medianoche
    el paso de una invisible comitiva,
    con músicas sublimes y con voces,
    tu suerte que cede, tus obras
    malogradas, los planes de tu vida
    que acabaron todos en quimeras, será inútil llorarlos.
    Como el que está listo ya hace tiempo, como el valiente,
    despídete de ella, de la Alejandría que se marcha.
    Sobre todo, no te engañes, no digas que fue
    un sueño, ni que se confundieron tus oídos;
    no te rebajes a tan vanas esperanzas.
    Como el que está listo ya hace tiempo, como el valiente,
    como te corresponde por haber merecido tal ciudad,
    quédate firme frente a la ventana
    y escucha con emoción
    —no con las súplicas y las quejas de los cobardes—
    el rumor, cual un último deleite,
    los sublimes instrumentos de la secreta comitiva,
    y despídete de ella, de esta Alejandría que pierdes para siempre.




    Poema 60. (Roberto Juarroz)





    Llegará un día
    en el cual no habrá que empujar los vidrios para que caigan,
    ni martillar los clavos para que sostengan,
    ni pisar las piedras para que se callen,
    ni beber el rostro de las mujeres para que sonrían. 

    Empezará la gran unión.
    Hasta Dios aprenderá a hablar
    y el aire y la luz
    entrarán en su cueva de miedosas eternidades.


    Entonces ya no habrá diferencia entre tus ojos y tu vientre,
    ni entre mis palabras y mi voz.


    Las piedras serán como tus senos
    y yo haré mis versos con las manos,
    para que nadie pueda ya confundirse.





    lunes, 19 de enero de 2015

    Entonces Escribe (Arturo Borra)





    “…se sienta a la mesa y escribe”
    Juan Gelman

    dime qué hago dice y no sabe
    dime cómo miro dice y tampoco sabe
    qué hace cómo mira en esta pendiente
    oscura como un silencio o un llamado
    desconocido

    y no sabe sigue sin saber –y entonces escribe
    cuando ya no puede decir más no sé no sé no sé:
    escribe entonces como un silencio un llamado
    y la pendiente oscura cae sobre sus ojos
    y la pregunta es un caballo que corre sobre
    regiones blancas

    dime por dónde sigo dice –y no hay respuesta
    que no sea fuga 

                           _y no sabe
    y entonces escribe:






    Vieja Estación (Ángel Gómez Espada)



    Con el vértigo que puede ofrecer
    el vaivén de los raíles, la visión de la nada,
    hemos abandonado la estación en la que trabajó
    mi padre durante mi primera infancia.
    Estaba lejos de casa y fuera del pueblo,
    en mitad de un páramo sin dueño. Las horas
    caían con la misma parsimonia
    que los trenes o los viajeros pasaban.
    Imagino a mi padre leyendo
    en esas feas noches de invierno,
    lo veo echándonos de menos,
    lamentando no poder venir para arroparnos,
    ponernos el pijama, calentarnos la leche.
    En ocasiones,
    muchas menos de las que me hubiera gustado,
    cogíamos el tren para visitarlo.
    De aquello quedan recuerdos vagos:
    un perro negro con un collar de pulgas,
    mis primas corriendo por el andén,
    un banco siempre verde al que ascendíamos
    para tocar la campana hasta reventar,
    el olor a paella y algún que otro tren
    perdido de mercancías al que saludábamos
    entusiasmados y contando sus vagones.
    Luego regresábamos y él seguía su rutina.

    De aquellos días lo que más lamento
    fue no haberle dicho nunca lo mucho
    que lo quiero. Y ahora apenas me quedan
    fuerzas. La vida ha ido edificando un muro
    de silencios inciertos entre nosotros.

    La vieja estación también se ha muerto.
    Nada queda en ella sino silencio.
    La primavera comienza a avisarnos
    con sus trinos de su pronta venida.
    Él estará, sin duda, esperándome en el andén.
    Nos daremos un par de besos
    y en pocas palabras, le resumiré mi viaje
    mientras llegamos a casa. Después,
    comeremos, y todo seguirá su curso natural.



    martes, 13 de enero de 2015

    Un Sitio en La Palabra (María Sanz)



    La verdadera historia no se escribe
    sin dar al fracasado
    un sitio en la palabra.
     Y qué mejor motivo para hacerlo
    que encontrar esas huellas
    de los días envueltos con la propia renuncia,
    ese final escrito sobre el aire.
     Quién oyera la voz incandescente
    de aquél cuyo silencio es su enemigo
    y se sabe orador, y se responde
    con la locuacidad de la derrota. 
     El hundido conoce como nadie
    el sombrío dolor, la llama fría
    que propaga su intento
    de vivir, de alumbrarse.
     
     Pero calla la vida, todo calla.
      La verdadera luz se enciende sola. 
     
     
     (De Dos lentas soledades, p. 39).