sábado, 28 de marzo de 2015

Ángulo Cero (Alexis Díaz Pimienta)


Las esquinas siempre fueron lugares difíciles,
podios hacia la nada, vértices.
El más conocedor de las esquinas
alguna vez equivocó las flechas
y dobló hacia sí mismo.
Una esquina terrible y una esquina feliz
sólo se diferencian en los ojos
del hombre que la cruza
o en las manos de quien regresa del utópico
otro lado de la esquina. 


Los peatones reflexionan en la esquina
sobre la eternidad del próximo paso.
Los cojos se detienen, los ciegos se detienen,
los ancianos miden el día
por las esquinas que descuentan,
las novias no aceptan que las citen
si no es en cierta esquina
(un mismo novio en cada esquina
de la ciudad es otro.)
Los perros orinan mejor en las esquinas.
Los gorriones, con migajas y esquinas son felices.
Los suicidas nacen en las esquinas.
Los divorciados lloran.
Los locos sueltan la risa como un conejo mágico. 


El mundo es sólo eso: una esquina redonda.
Y el universo un dédalo de esquinas mal trazadas
con transeúntes extraviados e inermes. 


Todo tiene su esquina engañosa:
los edificios, los árboles, las hembras,
las canciones de amor, las corbatas de uso,
la misa, el eco, el pan intacto:
todo tiene su esquina para caerse boca arriba. 


Y hubo épocas de esquinas incendiarias,
esquinas de rituales, de suplicios, de adulterios.
Y hubo héroes de esquina, santos de esquina,
ídolos y líderes con una esquina al hombro.
Y, finalmente, todos somos
una esquina de tiempo: 


un infinito cruce de fechas alternas.



21 Gramos. (Noemí Vico)



Mi alma nunca se resignó a su suerte,
porque, desde allí, 
no podía conseguir nada
y yo quería intentar todo
(al menos, intentarlo...)

Perseguir un sueño
me oscureció las ojeras,
(pero no las intenciones).
Y del abismo de mis tacones,
tengo un recuerdo en la rodilla izquierda
(que no impide que avance firme).

Por el peso de mis inseguridades y miedos
trabajé mucho más que cualquiera,
y eso me ayudó a encontrar oportunidades en todas partes
(y a perder otras muchas por sentirme pequeña).

Me hicieron daño,
pero yo también lo hice alguna vez.

La primera persona a la que quise
no se despertó una mañana cuando tenía 30 años
(así que aprendí a no callar sentimientos).
Por la segunda, lloré los 365 días de un año
(y alguno más)
porque querer ser feliz me ponía muy triste.
La tercera, me marcó
su forma de quererme
(y odiarme al mismo tiempo).

Es que eres mujer...
Es que eres muy joven...
Es que eres muy mayor...
Es que eres muy sensible...
Es que tienes la mirada triste...
Es que se te ve venir...
Es que no sé que te pasa...
Es que no tienes experiencia...
Es que tienes demasiado experiencia...
Es que tu apariencia... 
Es que tenías que haber hecho esto...
Es que tenías que haber hecho lo otro...
Es que se te nota el miedo...
Es que tienes alas...

Fui un blanco fácil
(demasiadas veces).

Criticar desde otros zapatos es sencillo,
ni siquiera hace falta talento para ello.


Todos estos gramos tiene mi alma... 




domingo, 15 de marzo de 2015

Desde que te conozco (Diego Ojeda)



Desde que te conozco
me tiembla el pulso al escribir mi nombre.
Desde que te conozco
tengo mi corazón asegurado a todo riesgo.
Desde que te conozco
me como la vida a suspiros,
y vuelan cometas
donde ayer había plomo y anzuelos.
Mirarte es ver mi futuro en capítulos.

Todo esto ocurre desde que te conozco,
porque antes de conocerte
vivía cada día esperando la noche siguiente,
entraba en algunos cuerpos
buscando la puerta de salida,
y a diario me daba de ostias con mi pasado.

Viviendo deprisa, perdí mucho tiempo,
y entre el humo de mi propia sombra
era imposible mirar con claridad a ninguna mujer.
Fui un hombre de paso
en medio de ningún lugar.

No sé de que manera entraste
porque yo no abrí ninguna puerta,
mis candados estaban cerrados,
y aunque en mi memoria
hacia menos frío que en tu vida
derretiste con tu vientre
el iceberg de mi cama.
Me cacheaste el alma con la mirada
y con las manos en voz baja
me quitaste de encima la tristeza

Desde que te conozco tengo alas,
porque tú me enseñaste como usarlas.


(pertenece al libro Mi chica revolucionaria)



 

Recordar con Precaución (Carlos Salem)



(Retirar los cristales de las fotos)
Que el tiempo oxide los dolores,
que las sonrisas ausentes se corrompan,
y los niños repeinados envejezcan
absortos
como nosotros.

(Retirar los cristales de las fotos)
Que quien amábamos más que a nuestra sombra
se vuelva poco a poco la sombra de una sombra.
Que los otoños se acumulen
en esa estampa un verano
que duró el tiempo de un disparo de ojos rojos.

(Retirar los cristales de las fotos)
Que nuestros muertos se vayan del todo
con sus trajes anacrónicos.
Que el niño asustado que fuimos
crezca o se suicide o ambas cosas
pero lejos de los focos.

Que aquellas vacaciones fabulosas
no fueron mas que dos polvos mal echados en la playa
y ella habrá engordado por lo menos 20 kilos
de matrimonio y felicidad con hipoteca.

(Retirar los cristales de las fotos)
Que aquel mejor amigo para siempre
lleva años son devolverte las llamadas.
Y ese grupo de compañeros de trabajo
hoy solo se cruzan sin saludarse
en la cola del paro.

Que la revolución no la hicimos ninguno
de los que posamos a la salida de esa fabrica.

Que ya no tienes ni extrañas esa melena de rizos
que te daba el aspecto de un caniche
un poco malo.

Que ese bosque se ha convertido en un desguace
para coches que nunca fueron a ningún lado.

Que todas esas mujeres
ya
no
se
acuerdan
de
tus manos.

(Retirar los cristales de las fotos)
No vayas
a cortarte
con tu vida.



 

jueves, 12 de marzo de 2015

Rayuela (Alfonso Brezmes)



Encontré a la maga.

Pero lo que ella no sabe
es que yo también sé
desaparecer de pronto
sin una sola palabra.

Claro que por si acaso,
por si ella vuelve
y yo ya me he ido,
decidle que mire bien,
que meta toda la mano,
y el cuerpo si es necesario,
hasta el último pliegue
del fondo de mi sombrero.

A ver si descubre allí,
en ese país que existe
solo al final del cuento,
y a donde van cayendo
una por una todas
las magas, quién era
en realidad el mago.



Imagen: Christian Schloe

El Enamorado (Benjamín Prado)


 
Para poder mirarla es necesario
ver la verdad que vive dentro de cada cosa:
saber que las espigas
son las piezas de una paloma verde;
que en el verbo agrietar puede escucharse
el corazón del tigre:
que del poema roto caen los pétalos blancos
de la flor de la duda.

Si admites todo eso,
si sabes escribir "de los ojos del cínico
caen lágrimas que son sílabas de una ciénaga"...
si le puedes llamar a las gaviotas
"nieve viva,
oleaje del cielo"...
tal vez sabrás qué ves cuando la mires.

Si quieres describirla,
te hará falta buscar dentro del diccionario
un idioma salvaje,
palabras que se dejen escribir
como fieras que acceden a ser acariciadas.

Encuentra un adjetivo que la diga
"de donde tú te vas, se incauta el hielo"
y sabrás explicar lo que es estar con ella.

Yo que dormí con restos de la luna en las manos
después de acariciarla:
que he aprendido en su boca el sabor de la luz
y en su pelo el lenguaje de las enredaderas,
aún no voy a aclarar nuestro misterio.



Antología y Poemas del Suburbio, 1954 (Gloria Fuertes)




Gloria Fuertes nació en Madrid
a los dos días de edad,
pues fue muy laborioso el parto de mi madre
que si se descuida muere por vivirme.
A los tres años ya sabía leer
y a los seis ya sabía mis labores.
Yo era buena y delgada,
alta y algo enferma.
A los nueve años me pilló un carro
y a los catorce me pilló la guerra;
a los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me hacía.
Aprendí a regatear en las tiendas
y a ir a los pueblos por zanahorias.
Por entonces empecé con los amores
-no digo nombres-,
gracias a eso, pude sobrellevar mi juventud de barrio.
Quise ir a la guerra, para pararla,
pero me detuvieron a mitad del camino.
Luego me salió una oficina,
donde trabajo como si fuera tonta
-pero Dios y el botones saben que no lo soy-.

Escribo por las noches
y voy al campo mucho.
Todos los míos han muerto hace años
y estoy más sola que yo misma.
He publicado versos en todos los calendarios,
escribo en un periódico de niños,
y quiero comprarme a plazos una flor natural
como las que le dan a Pemán algunas veces.




sábado, 7 de marzo de 2015

Sueño (Fernando Valverde)



Hoy has vuelto a mirarme
con esos ojos tuyos de mi infancia
que me han amado tanto.

No podía tocarte.

Son complejos los sueños.

Lloraba la certeza de que todo acababa.

Conocía el final
y los ojos que estaban frente a mí
no temblaban de miedo al ver mi llanto.

Me miraban tranquilos,
no se desconcertaban,
clavaban su ternura en mi fragilidad
y en su honda distancia
no querían sellar la despedida.

Me persiguen tus ojos,
no sé si están en mí
o si quieren decirme que el sueño ha terminado.




Ahora (Malinowski)



Ahora es el momento de hacer lo que más quieres.
No esperes al lunes, ni esperes a mañana.
Que no aumente ante ti la caravana
de sueños pisoteados. Ya no esperes.

No reprimas por miedo o cobardía.
No postergues la vida con más muerte,
y no esperes más nada de la suerte
que no hay más que tu tesón y tu energía.

Si tu sueño es hermoso dale forma
como esculpe el arroyo la ribera;
como el viento que vive y se transforma.

Y para que todo resulte a tu manera,
redacta para ti mismo tu norma
y convierte tu otoño en primavera.



Arte Poética (Juan Gelman)



Entre tantos oficios ejerzo éste que no es mío,
como un amo implacable
me obliga a trabajar de día, de noche,
con dolor, con amor,
bajo la lluvia, en la catástrofe,
cuando se abren los brazos de la ternura o del alma,
cuando la enfermedad hunde las manos.

A este oficio me obligan los dolores ajenos,
las lágrimas, los pañuelos saludadores,
las promesas en medio del otoño o del fuego,
los besos del encuentro, los besos del adiós,
todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.

Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,
rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte.




viernes, 6 de marzo de 2015

La Cabeza. (Juan Carlos Mestre)



Se me ha ido la cabeza
No soy el primero ni el último a quien de repente se le va la cabeza
Un día te levantas y no hay nadie sobre los hombros

La mayoría se aburren y marchan sin despedirse
No vuelven a acordarse de sus antiguos dueños
Las que regresan lo hacen a menudo desengañadas

Miran para otro lado como si aquí no hubiese pasado nada
Las oficinas de objetos perdidos están repletas de cabezas como la mía
Las guardan un tiempo, luego no se sabe qué hacen con ellas

No las iban a dejar allí para siempre 



martes, 3 de marzo de 2015

No Es Que Muera De Amor (Jaime Sabines)




No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mí, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.

Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros, separados del mundo,
dichosa, penetrada, y cierto, interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos obscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte, amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mí, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.


 

Unos Van Por Un Sendero Recto. (Anna Ajmátova)



Unos van por un sendero recto,
otros caminan en círculo,
añoran el regreso a la casa paterna
  y esperan a la amiga de otros tiempos.

Mi camino, en cambio, no es ni recto, ni curvo,
llevo conmigo el infortunio,
voy hacia nunca, hacia ninguna parte,
como un tren sobre el abismo.

Versión de Jorge Bustamente García