jueves, 5 de junio de 2014

Poema Doble del Lago Eden (Federico García Lorca)

Nuestro ganado pace, el viento espira 
                                          Garcilaso

Era mi voz antigua
ignorante de los densos jugos amargos.
La adivino lamiendo mis pies
bajo los frágiles helechos mojados.

¡Ay voz antigua de mi amor,
ay voz de mi verdad,
ay voz de mi abierto costado,
cuando todas las rosas manaban de mi lengua
y el césped no conocía la impasible dentadura del caballo!

Estás aquí bebiendo mi sangre,
bebiendo mi humor de niño pesado,
mientras mis ojos se quiebran en el viento
con el aluminio y las voces de los borrachos.

Déjame pasar la puerta
donde Eva come hormigas
y Adán fecunda peces deslumbrados.
Déjame pasar, hombrecillo de los cuernos,
al bosque de los desperezos
y los alegrísimos saltos.

Yo sé el uso más secreto
que tiene un viejo alfiler oxidado
y sé del horror de unos ojos despiertos
sobre la superficie concreta del plato.

Pero no quiero mundo ni sueño, voz divina,
quiero mi libertad, mi amor humano
en el rincón más oscuro de la brisa que nadie quiera.
¡Mi amor humano!

Esos perros marinos se persiguen
y el viento acecha troncos descuidados.
¡Oh voz antigua, quema con tu lengua
esta voz de hojalata y de talco!

Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.

Quiero llorar diciendo mi nombre,
rosa, niño y abeto a la orilla de este lago,
para decir mi verdad de hombre de sangre
matando en mí la burla y la sugestión del vocablo.

No, no, yo no pregunto, yo deseo,
voz mía libertada que me lames las manos.
En el laberinto de biombos es mi desnudo el que recibe
la luna de castigo y el reloj encenizado.

Así hablaba yo.
Así hablaba yo cuando Saturno detuvo los trenes
y la bruma y el Sueño y la Muerte me estaban buscando.
Me estaban buscando
allí donde mugen las vacas que tienen patitas de paje
y allí donde flota mi cuerpo entre los equilibrios contrarios.



martes, 20 de mayo de 2014

Canción de las Simples Cosas (Mercedes Sosa)



Uno se despide insensiblemente
de pequellas cosas
lo mismo que un árbol
que en tiempo de otoño
se queda sin hojas
al fin la tristeza es la muerte lenta
de las simples cosas
y esas cosas simples
que quedan doliendo
en el corazón

Uno vuelve siempre
a los viejos sitios
donde amó la vida
y entonces comprende
como están de ausentes
las cosas queridas
por eso muchacho no partas ahora
soñando el regreso
que el amor es simple
y a las cosas simples las devora el tiempo

Enamórate aquí
en la luz mayor
de este medio día
donde encontrarás
con el pan al sol
la mesa tendida
por eso muchacho no partas ahora
soñando el regreso
que el amor es simple
y a las cosas simples las devora en tiempo

Uno vuelve siempre
a los viejos sitios
donde amó la vida



lunes, 12 de mayo de 2014

Nocturno. Antonio Colinas (Libro de la mansedumbre, 1997)



Perdámonos más allá, más allá todavía,
en las lomas de las piedras de bronce,
en las montañas negras de septiembre,
en cuyas hondonadas
pronto alzarán los chopos sus hogueras.

Perdámonos o deja que me pierda
en ti, o acaso tras las tapias,
también de bronce,
de este mínimo huerto.
Detrás veo un nogal
y a su sombra hallaríamos
tu paz y la mía.

Llévame, o tráeme, o piérdeme
por esta amarga y dulce tierra nuestra,
pero este anochecer del verano moribundo
no me saques del laberinto sin salida
de tus ojos.



Debe Existir un Modo, una Forma. Carlos Barbarito (Pergamino, Argentina, 1955)



Debe existir un modo, una forma
de recoger lo perdido,
de apropiarse de todo aquello
que devino externo, separado.

Pero, cómo superar lo que uno es,
la bruma que uno es,
la vaguedad que a uno lo habita.

Cómo, me pregunto,
tornar sólido lo que el día licúa
mientras paso, como tantos otros,
de la luz a la sombra
y de la sombra a la luz
mientras los pájaros anidan
en techos que la lluvia y el viento,
inexorables, desgastan.

A la voz acude una gota que cae,
un párrafo difuso,
un humo que oscurece el vidrio,
un sabor neutro, sin espesor, en la boca.

Debe existir, en tierras lejanas y altas,
otra manera de calzarse,
de abrir la puerta,
de correr la cortina para ver el cielo,
de dormir, soñar y despertar.





domingo, 11 de mayo de 2014

Una Mujer y un Hombre. Juan Gelman (Gotán, 1962)




Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz,
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.



miércoles, 7 de mayo de 2014

Otoño (Mario Benedetti)



“…ya no llueve en tu olvido, ni siquiera en tu pobre redoma o en las tapias, aunque el pasado está escondido y lejos no tienes más remedio que mirarlo…”
 
 Aprovechemos el otoño
antes de que el invierno nos escombre
entremos a codazos en la franja del sol
y admiremos a los pájaros que emigran
ahora que calienta el corazón
aunque sea de a ratos y de a poco
pensemos y sintamos todavía
con el viejo cariño que nos queda
aprovechemos el otoño
antes de que el futuro se congele
y no haya sitio para la belleza
porque el futuro se nos vuelve escarcha.



Tristemente Naturales (Luis Rosales)



Me están mirando en tus ojos
los ángeles del instante,
los ángeles que han perdido
la memoria al contemplarse.

Me estoy reuniendo en tus brazos;
te siento casi quemándome;
arden el tronco y las ramas
pero las hojas no arden.

Estamos juntos, sin vernos,
repetidos y distantes,
juntos pero no vividos,
tristemente naturales.



Godiva En Blue Jeans (María Victoria Atencia)



Cuando sobrepasemos la raya que separa
la tarde de la noche, pondremos un caballo
a la puerta del sueño y, tal Lady Godiva,
puesto que así lo quieres, pasearé mi cuerpo
-los postigos cerrados- por la ciudad en vela…

No, no es eso, no es eso; mi poema no es eso.
Sólo lo cierto cuenta.
Saldré de pantalón vaquero (hacia las nueve
de la mañana), blusa del “Long Play” y el cesto
de esparto de Guadix (aunque me araña a veces
las rodillas). Y luego, de vuelta del mercado,
repartiré en la casa amor y pan y fruta.



lunes, 14 de abril de 2014

Porque He Muerto de Amor Algunas Veces (Antonio José Mialdea) (Manual de lluvia, 2007)


Porque he muerto de amor algunas veces,
sé que hoy estás muriendo de amor y sólo quieres
respirar el perfume del naranjo anochecido.

Porque he naufragado de amor algunas veces
y he sido gris, y ola y mar y marinero
en busca del sabor amargo de la tierra.

Porque sé lo que es vivir desnudo en el invierno
sin otra visión que mi delirio y, de repente,
como de amor morir entre unos brazos.

Porque he muerto de amor algunas veces
entre fuentes de agua cristalina y arrayanes,
sé que estás muriendo de amor, amiga mía,
como muere el azahar cuando amanece.





La Cabeza (Juan Carlos Mestre) (La casa roja, 2008)


Se me ha ido la cabeza
No soy el primero ni el último a quien de repente se le va la cabeza
Un día te levantas y no hay nadie sobre los hombros

La mayoría se aburren y marchan sin despedirse
No vuelven a acordarse de sus antiguos dueños
Las que regresan lo hacen a menudo desengañadas
Miran para otro lado como si aquí no hubiese pasado nada

Las oficinas de objetos perdidos están repletas de cabezas como la mía
Las guardan un tiempo, luego no se sabe qué hacen con ellas

No las iban a dejar allí para siempre






sábado, 12 de abril de 2014

Cómo Llenarte (Luis Cernuda)



Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma…
De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.

Me perdí luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.
Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aún cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.
Tú, verdad solitaria,
transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?
Por ti, mi soledad, los busqué un día;
en ti, mi soledad, los amo ahora.  



 

De: Lo Presentido Se Hace Carne (César Martínez Callejo)



Te he traido la lluvia
para que reconozcas
mi delirio de mordiscos
                      y negras abejas,
para que tú descifres
esas puertas siempre llavadas
en que derramo renuncias
                      y declaro recuerdos,
para que me hagas alivio
en este revoloteo de hiel
                      y escaleras,
en este desconocer encuentros,
              engaño de papeles sucios y voraces.

Debes perdonar, amor,
mi habitación está revuelta
                 y mutilada....
         todas las cerraduras indescifrables (el desorden me hizo sitio) 
         el óxido de mis ventanas 
Debes perdonar
          mi inconstancia de ave,
          mi colección de denuncias y alfombras oscuras
          llenas de tiempo adormecido
                          y secretos
Debes perdonar, amor...
   pero
            ahora mismo
                     equilibro mis pasos al orden...
Ya debes saber,
                     lo inventé todo para traerte.
No debí molestarte,
                     pero
                empezaba a ser solo
            en el desconcierto de tabaco y cafés
                     y la hora de la lluvia me sorprendió.
Debes perdonarme, amor,
                     perdí mis mapas
                              entre las piedras del río
                     y no sabía volver. 



sábado, 22 de febrero de 2014

María Laura (César Martínez Callejo)


Cuando éramos pequeños
la rana de tu pupitre era
una declaración de amor


Y qué dulzura de torbellino vestiditas de mar,
abotonadas hasta el cuello lunas en sus uniformes de pudor y secretos,
van saliendo en cuartetos, al son sus caderas del teclado de sus risas;
novicias bajo las alas del crucifijo, atando tacones punzantes
que no murieron con sus madres.
Escaleras del convento, horas de espera y dibujos en la arena…
¿Y María Laura?
Qué tonto, se quedó castigada por lo del domingo.
Dónde, María Laura, debo notificar tu necesaria puesta en libertad,
tus necesarios labios de rezar y contarme rejas,
el riguroso estudio de místicos avisperos
edificados en tus manos…. En qué maldito puente
debo desencontrarme contigo otra vez,
trabar conocimiento con los insectos que atraviesan
las líneas de tu nombre dibujado sin pedir permiso.
A quién debo dar cuenta de tu ausencia de los pasillos oscuros
en que hábito habito, a quién
para que te salven de Dios.
María Laura, dime por qué no vienes
cargada de perfumes y cuentos en color;
por qué río cuando la noche me hace empujones hacia la sopa áspera
de aquel bendito colegio con caleidoscopios trucados.
Nos dirás que las hembras hacéis sangre y hechizos de serpiente,
que perdéis nuestras almas de paloma,
que sabéis sortilegios arcanos
y el misterio prohibido de la Santísima Trinidad…
Y yo pensaré en la multitud de ángeles malos
que se deslizan por las cometas de tu cabello,
en los hongos perfumados que germinarán en tu barra de labios
cada noche bajo mi almohada;
en tus ojos de salmo y fiestas perdidas, como tú, María Laura. Y
las celdas de la colmena se apagan al tiempo que rezo, María Laura,
santificado sea tu nombre, dónde diablos
estabas esta tarde, María Laura,
entre todas las mujeres, bendita tú, dónde,
maldita niña cautiva
hoy que me muero.




Génesis (César Martínez Callejo)






Eva, cuando llamas a la serpiente
y los coches no encuentran donde
aparcar, y enfureces al abuelo
que quiere ver el televisor;
la luna se pudre en tus senos, Eva,
y me dan entonces todas esas ganas
de matar, para que lo sepas,
lo bien que estábamos sin ropas ni leyes
en este paraíso
qué tiempo aquellos
maldita Eva
todo lo tienes
que estropear.




viernes, 7 de febrero de 2014

Rayuela (Gotan Project - Julio Cortázar)











Rayuela, capítulo siete
Me miras, de cerca me miras
Cada vez más de cerca
Y entonces jugamos al cíclope
Nos miramos cada vez más de cerca
Y los ojos se agrandan
Se acercan entre sí
Se superponen
Y los cíclopes se miran
Respirando confundidos
Textos escritos y publicados hace años
Con cronopios o sin ellos
En torno a su mundo de juego
A esa grave ocupación que es jugar
Cuando se buscan otras puertas
Un, dos, tres, cuatro
¡Tierra, Cielo!
Cinco, seis
¡Paraíso, Infierno!
Siete, ocho, nueve, diez
Hay que saber mover los pies
En la rayuela
O en la vida
Vos podes elegir un día
¿Por que costado
De que lado saltarás?
Otros accesos a lo no cotidiano
Simplemente para
Embellecer lo cotidiano
Para iluminarlo bruscamente de otra manera
Sacarlo de sus casillas
Definirlo, de nuevo y mejor
Me basta cerrar los ojos
Para deshacerlo todo y recomenzar
Exactamente con tu boca que sonríe por debajo
De la que mi mano te dibuja
Un, dos, tres, cuatro
¡Tierra, Cielo!
Cinco, seis
¡Paraíso, Infierno!
Siete, ocho, nueve, diez
Hay que saber mover los pies
En la rayuela
Oo en la vida
Vos podes elegir un día.
¿Por que costado
De que lado saltarás?
Yo te siento temblar contra mí
Como una luna en el agua