sábado, 30 de noviembre de 2013

Canción Amarga (Luis García Montero)



En la cara lleva
tres años perdidos
y el frío de las seis de la mañana.

Van a partirte el corazón.
De pronto
la luz apagada,
los pasillos turbios,
la puerta que clava su ruido en la espalda.

Van a partirle el corazón.
Y arrastra
una cadena oscura
de pasiones heladas,
ese frío que cabe solamente
detrás de una palabra.

Y yo la veo caminar,
despacio,
perderse en lo que anda,
fugitiva tristeza que va y viene
de la sombra a la puerta de mi casa.

La luz artificial deja en la calle
el temblor silencioso
de tres barcas ancladas.

cuando ella cruza por mi lado siento
como un golpe de remos
y un murmullo de agua.



Canción 19 Horas (Luis García Montero)

 
¿Quién habla del amor? Yo tengo frío
y quiero ser diciembre.

Quiero llegar a un bosque apenas sensitivo,
hasta la maquinaria del corazón sin saldo.
Yo quiero ser diciembre.

Dormir
en la noche sin vida,
en la vida sin sueños,
en los tranquilizados sueños que desembocan
al río del olvido.

Hay ciudades que son fotografías
nocturnas de ciudades.
Yo quiero ser diciembre.

Para vivir al norte de un amor sucedido,
bajo el beso sin labios de hace ya mucho tiempo,
yo quiero ser diciembre.

Como el cadáver blanco de los ríos,
como los minerales del invierno,
yo quiero ser diciembre.
                                                           
                                                                 


lunes, 25 de noviembre de 2013

Poema 7 (Roberto Juarroz)


Cada uno se va como puede,
unos con el pecho entreabierto,
otros con una sola mano,
unos con la cédula de identidad en el bolsillo,
otros en el alma,
unos con la luna atornillada en la sangre
y otros sin sangre, ni luna, ni recuerdos.


Cada uno se va aunque no pueda,
unos con el amor entre dientes,
otros cambiándose la piel,
unos con la vida y la muerte,
otros con la muerte y la vida,
unos con la mano en su hombro
y otros en el hombro de otro.


Cada uno se va porque se va,
unos con alguien trasnochado entre las cejas,
otros sin haberse cruzado con nadie,
unos por la puerta que da o parece dar sobre el camino,
otros por una puerta dibujada en la pared o tal vez en el aire,
unos sin haber empezado a vivir
y otros sin haber empezado a vivir.


Pero todos se van con los pies atados,
unos por el camino que hicieron,
otros por el que no hicieron
y todos por el que nunca harán. 




Rueda De Fuego Sin Lágrimas (Winétt De Rokha)



Era el tiempo inmóvil de la flor del jacinto;
(cuando yo era como las manzanas).


Y tú viniste, como todas las cosas,
que se encienden en el universo:
las tempestades, las sombras de la vida.


Y sin embargo...
venía tan nueva la composición de caminos de
bronce
que andabas edificando.


Mirándote me conocí, amándote, ¡oh! amándote
encontré el evangelio
de mi alma, ya cansada antes de ser.


Y sigo inquiriendo, y sigo esperando
arrancar de tu espíritu la razón de mi angustia;
sabiendo que me has dado todo lo que trajiste de
la muerte,
sabiendo que defines mis pupilas de carbón de
piedra,
sabiendo “que moriré llamándote” ...








domingo, 24 de noviembre de 2013

Canción Otoñal (Federico García Lorca)

 
 
Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas,
pero mi senda se pierde
en el alma de la niebla.
La luz me troncha las alas
y el dolor de mi tristeza
va mojando los recuerdos
en la fuente de la idea.

Todas las rosas son blancas,
tan blancas como mi pena,
y no son las rosas blancas,
que ha nevado sobre ellas.
Antes tuvieron el iris.
También sobre el alma nieva.
La nieve del alma tiene
copos de besos y escenas
que se hundieron en la sombra
o en la luz del que las piensa.

La nieve cae de las rosas,
pero la del alma queda,
y la garra de los años
hace un sudario con ellas.

¿Se deshelará la nieve
cuando la muerte nos lleva?
¿O después habrá otra nieve
y otras rosas más perfectas?
¿Será la paz con nosotros
como Cristo nos enseña?
¿O nunca será posible
la solución del problema?

¿Y si el amor nos engaña?
¿Quién la vida nos alienta
si el crepúsculo nos hunde
en la verdadera ciencia
del Bien que quizá no exista,
y del Mal que late cerca?

¿Si la esperanza se apaga
y la Babel se comienza,
qué antorcha iluminará
los caminos en la Tierra?

¿Si el azul es un ensueño,
qué será de la inocencia?
¿Qué será del corazón
si el Amor no tiene flechas?

¿Y si la muerte es la muerte,
qué será de los poetas
y de las cosas dormidas
que ya nadie las recuerda?
¡Oh sol de las esperanzas!
¡Agua clara! ¡Luna nueva!
¡Corazones de los niños!
¡Almas rudas de las piedras!
Hoy siento en el corazón
un vago temblor de estrellas
y todas las rosas son
tan blancas como mi pena.
 
 
 
 

Pequeño Vals Vienés (Federico García Lorca)



En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.

Este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.

Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.

En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados.
Hay frescas guirnaldas de llanto.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.

Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.
¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals del "Te quiero siempre".

En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orilla tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.





sábado, 5 de octubre de 2013

Conversación en la Isla (Benjamín Prado)

 
 
-Escribir un poema es intentar desatarse,
adivinar en qué mano está la moneda
-dije yo-. Tú mirabas
el sol igual que un fuego encima de la isla
y yo dije: -La poesía empieza
cuando ya has olvidado qué es lo que te asustaba
pero aún tienes miedo.
Yo veía
las torres blancas. Tú dijiste: -Es raro,
nos gustaría huir
pero nadie nos sigue.

Junto al agua,
partiendo nuestras vidas,
cortándonos las manos al coger los cristales,
tú dijiste: -La poesía es todo
lo que hay entre un disparo y el animal herido.
Parecías
tan lejos, tan a salvo
de ti y de mí;
distinta igual que siempre,
rota y vuelta a armar de una manera nueva.

El sol se fue. La noche
se acercaba y yo dije: -¿Recuerdas que jugábamos
a poner nuestros años
al lado de la Historia? Por ejemplo:
aprobaste Latín y Armstrong llegó a la luna...
Y tú dijiste: -El fuego
                                           de los días,
                                                                   la suma
de las horas,
las letras de "Armstrong llegó a la luna"...
Estábamos tan solos,
tan cansados,
como perros perdidos en medio de la lluvia,
como hombres mirando la noche desde una casa vacía.

Vi las últimas luces de la costa y el cielo
extraño encima de la playa. -A veces
-dije- no hay más que eso
y algún sitio donde ir pero ningún sitio donde quedarte
y palabras que son las piezas del abismo
y recuerdos igual que disparos en una diana.

Luego llegó la luz, el ruido azul
de la mañana,
mientras tú decías:
-Te di mi corazón y quisiste mis sueños,
te di mis sueños pero quisiste mi esperanza.
y yo dije: -Sí, es eso. Eso es todo:
una sola mujer y un millón de maneras de perderla.
Me miraste. Dijiste: -¿Y después? Y yo dije:
-Nada. Después no hay nada.
Después de eso
tenemos que estar juntos para siempre.

Nos quedamos callados,
junto al agua,
mientras la luz rompía el orden de la noche,
mientras el mar se estrellaba contra los nombres de las ciudades.
Mirando el sol sobre las torres blancas.
Cada uno observando su corazón moverse
lo mismo que un pez rojo en la oscuridad de un río.

La sombra de las torres se parecía a mi vida.

Cada uno protegido por su propio dolor,
como ángeles mirando una tormenta desde el fondo del cielo.
 



martes, 1 de octubre de 2013

VII - Una Noche Te Dije...(Benjamín Prado)

 
 
 
-Una noche te dije: -Quien no tiene secretos
nunca tendrá piedad.

Llovía, pero abriste una ventana.

La tormenta era azul dentro del bosque.

La mancha roja de las rosas
se extendía
por el corazón de los jardines.

  Y el mundo era un mundo de otra época:
como la vez que estábamos en una casa abandonada.
 
 
 
 

Yo Fui la Más Callada (Julia de Burgos)

 
 
 
Yo fui la más callada
de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.

No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales,
ni las sordas campanas de ancestrales reflejos;
mi ruta era la música salvaje de los pájaros
que soltaba a los aires mi bondad en revuelo.

No me cargaron buques pesados de opulencia,
ni alfombras orientales apoyaron mi cuerpo;
encima de los buques mi rostro aparecía
silbando en la redonda sencillez de los vientos.

No pesé la armonía de ambiciones triviales
que prometía tu mano colmada de destellos:
sólo pesé en el suelo de mi espíritu ágil
el trágico abandono que ocultaba tu gesto.

Tu dualidad perenne la marcó mi sed ávida.
Te parecías al mar, resonante y discreto.
Sobre ti fui pasando mis horarios perdidos.
Sobre mi tú seguiste como el sol en los pétalos.

Y caminé en la brisa de tu dolor caído
con la tristeza ingenua de saberme en lo cierto:
tu vida era un profundo batir de inquietas fuentes
en inmenso río blanco corriendo hacia el desierto.
 

 

viernes, 20 de septiembre de 2013

Balada del Amor Tardío (Dulce María Loinaz)


Amor que llegas tarde,
tráeme al menos la paz:
Amor de atardecer, ¿por qué extraviado
camino llegas a mi soledad?

Amor que me has buscado sin buscarte,
no sé qué vale más:
la palabra que vas a decirme
o la que yo no digo ya...

Amor... ¿No sientes frío? Soy la luna:
Tengo la muerte blanca y la verdad
lejana... —No me des tus rosas frescas;
soy grave para rosas. Dame el mar...

Amor que llegas tarde, no me viste
ayer cuando cantaba en el trigal...

Amor de mi silencio y mi cansancio,
hoy no me hagas llorar.


Escritura (Eugenio Montejo)



Alguna vez escribiré con piedras,
midiendo cada una de mis frases
por su peso, volumen, movimiento.
Estoy cansado de palabras.


No más lápiz: andamios, teodolitos,
la desnudez solar del sentimiento
tatuando en lo profundo de las rocas
su música secreta.


Dibujaré con líneas de guijarros
mi nombre, la historia de mi casa
y la memoria de aquel río
que va pasando siempre y se demora
entre mis venas como sabio arquitecto.


Con piedra viva escribiré mi canto
en arcos, puentes, dólmenes, columnas,
frente a la soledad del horizonte,
como un mapa que se abra ante los ojos
de los viajeros que no regresan nunca.





jueves, 19 de septiembre de 2013

XI, Poema Para Que lo Leas Cuando No Esté a Tu Lado (Benjamín Prado)


Mi amor, este poema
es para que lo leas cuando no esté a tu lado,
cuando no pueda ya cuidar de ti.

No te conformes nunca con alguien que no piense
que tu eres una llama más antigua que el fuego,
que tú eres su razón para vivir.

Aprende a no querer a los que no te quieran
y elige bien a qué le tendrás miedo:
no habrá sombra que oculte lo que tú temas ver.

Escapa del que piense
que el aire es la pared de lo invisible
y huye de aquel que crea
que es más feliz quien menos necesita,
porque ése no podría necesitarte a ti.

No te rindas, no olvides jamás que la tristeza
sólo es la burocracia del dolor.
Y si sientes que el mundo se derrumba,
no intentes abrazarte
a otro que esté cayendo a la vez que caes tú,
como yo hice contigo.

Algún día
tendrás que despertarte para salvar tus sueños.
Algún día sabrás que en las promesas
hay siempre un cristal roto
en el que aúlla el viento frío de la mentira.

Recuerda todo eso.

No escondas lo que sientes por miedo a ser frágil,
como aquellos
que por guardar tan bien lo que más les importa,
lo pierden para siempre.

Recuerda que no hay nada que no pueda
ocurrir cualquier día.
No olvides que esta obra ha terminado.
No olvides que le hablas a un teatro vacío.

……………….

Del libro Marea humana (Editorial Visor, 2010)



jueves, 8 de agosto de 2013

Imagen de Rudolf Bonvie ( Mario Benedetti)



Entre tú y yo... se levantaba
un muro de Berlín hecho de horas desiertas
añoranzas fugaces

... tú no podías verme porque montaban guardia
... los rencores ajenos
... yo no podía verte porque me encandilaba
el sol de tus augurios

y no obstante solía preguntarme
cómo serías en tu espera
si abrirías por ejemplo los brazos
para abrazar mi ausencia

pero el muro cayó
se fue cayendo
nadie supo que hacer con los malentendidos
hubo quien los juntó como reliquias

y de pronto una tarde
te vi emerger por un hueco de niebla
y pasar a mi lado sin llamarme

ni tocarme ni verme
y correr al encuentro de otro rostro
rebosante de calma cotidiana

otro rostro que tal vez ignoraba
que entre tú y yo existía
había existido

un muro de Berlín que al separarnos
desesperadamente nos juntaba
ese muro que ahora es sólo escombros





miércoles, 7 de agosto de 2013

La Sed Insaciable (José Ángel Buesa)



Decir adiós... La vida es eso.
Y yo te digo adiós, y sigo...


Volver a amar es el castigo
de los que amaron con exceso.


Amar y amar toda la vida,
y arder en esa llama.


Y no saber por qué se ama...


Y no saber por qué se olvida...


Coger las rosas una a una,
beber un vino y otro vino,
y andar y andar por un camino
que no conduce a parte alguna.


Buscar la luz que se eterniza,
la clara lumbre durarera,
y al fin saber que en una hoguera
lo que más dura es la ceniza.


Sentir más sed en cada fuente
y ver más sombra en cada abismo,
en este amor que es siempre el mismo,
pero que siempre es diferente.


Porque en sordo desacuerdo
de lo soñado y lo vivido,
siempre, del fondo del olvido,
nace la muerte de un recuerdo.


Y en esta angustia que no cesa,
que toca el alma y no la toca,
besar la sombra de otra boca
en cada boca que se besa...






domingo, 4 de agosto de 2013

Despójame de Ti (Magdalena Lasala)




Si ya me arrojaste de tu cuerpo

si ya me despojaste de cualquier esperanza

por tu piel

arrójame también de tu sueño

échame de tu noche

de tu sombra empecinada

en seguirme hasta mi espejo,

de tus manos buscándome entre las grietas

de esos muros que iban a protegerte,

échame de ese silencio que atrapa el eco

de mi ruego, despójame de ti

tálame, arruina mi ladera, desnúdame

de tu flor de octubre, de tu verano

sobre el lecho,

usúrpame tu imagen alumbradora, arranca

de mí

el suspiro que me entregó tu aliento

desposéeme de tu idea

despuéblame de tu amor, vacía mi casa

de tu nombre

arrójame

a la venturosa hoguera donde arde

el esqueleto de la gaviota

que viste posarse conmigo

en aquella playa.





jueves, 4 de julio de 2013

Los Amorosos (Jaime Sabines)



Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.

Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.

Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.

Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.








jueves, 27 de junio de 2013

Sentencia Previa (Marcela Guttilla)



Se sintió desplazada por ese dedo que, sin juicio ni palabras, la puerta señalaba. Privada su defensa de grandes impiedades, jugados su destino, su honor y su imagen, de pie y sin moverse, pronunció este relato:

En mi vida, hay tres Valores que no son negociables: mi Fe, mi Dignidad y mis Afectos. 
Esta es la trenza que voy entretejiendo a medida que va surgiendo cada situación, cada paso en el camino. 
No es fácil encontrar un equilibrio, a veces esa trenza se afloja en un extremo, se tensa en el otro, y para colmo yo, ni astuta ni atenta, suelo descuidarla, y a veces se enreda. 

La amarro firmemente, la tomo, la entrecruzo, y puedo ver que cuando sostengo a una, las otras se acomodan, se amoldan, se adaptan, y así puedo experimentar lo bella que puede ser la vida en armonía, de una trenza bien armada, con lucha y sacrificio: los hilos conductores que enlazan mis acciones, la trenza de mi vida: Mi Escala de Valores.

Y sin mediar más palabras, se fueron sus tacones. 

(Es que una persona justa, no acepta Sentencia Previa, de quien con tirana soberbia, se erige como juez). 



miércoles, 26 de junio de 2013

Óleo de Una Mujer con Sombrero (Silvio Rodríguez)



Una mujer se ha perdido
conocer el delirio y el polvo,
se ha perdido esta bella locura,
su breve cintura debajo de mí.

Se ha perdido mi forma de amar,
se ha perdido mi huella en su mar.

Veo una luz que vacila
y promete dejarnos a oscuras.
Veo un perro ladrando a la luna
con otra figura que recuerda a mí.

Veo más: veo que no me halló.
Veo más: veo que se perdió.

La cobardía es asunto
de los hombres, no de los amantes.
Los amores cobardes no llegan a amores,
ni a historias, se quedan allí.

Ni el recuerdo los puede salvar,
ni el mejor orador conjugar.

Una mujer innombrable
huye como una gaviota
y yo rápido seco mis botas,
blasfemo una nota y apago el reloj.

Qué me tenga cuidado el amor,
que le puedo cantar su canción.

Una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall,
corrompiéndose al centro del miedo
y yo, que no soy bueno, me puse a llorar.

Pero entonces lloraba por mí,
y ahora lloro por verla morir.





domingo, 23 de junio de 2013

Puede (Concha González Fernández)



Qué típico de ti
dejar con la última palabra
mis labios rotos.

Puede
que el silencio
asido a la fiel costumbre de acallar
los combates de tu parecer
comenzase a pensar por ti
y para ti.


Puede
que escondido
tras su tonada incomprensible
abogue por el derecho
a la comprensión.

Puede
que redundando en su defensa
abogue
por una de esas comprensiones
enmascaradas de sutileza
de melancolía
de adicionadora y esperanzadora tristeza.

Puede que
ahora
la mente permita a tu boca
practicar el duro ejercicio
de la voz despronunciada

porque
puede que ayer
fuesen tus labios los rotos

porque
puede que ayer
fuese por tus labios rotos
por donde se escapó
la palabra.





Antes (Kydia Mateos; Uruguay)



Yo creo que te amaba
cuando eras un poeta
y tu aliento prendía
madrelunas de asombro
en mis manos cansadas.

Cuando apenas tenías
junto a la humilde lámpara
noches de vino triste
y romero encendido
para una angustia larga.

Cuando en tu andar soñabas
burdos amaneceres
de zapatos raídos
de muñecas ajenas
de calles enguantadas.

Cuando el viento traía
olor de sombra virgen
a la espiral bohemia
de tu mesa vacía
              callada.

Corrías tras mi sombra
desafiando las lunas
y los amaneceres.

Eras tan sólo un hombre
nostalgioso y amargo.

Apenas un poeta
tibio de noches pobres
con las manos vacías
y el loco corazón
desbordante de versos
engañosos.

Por eso yo te amaba.