Yo creo que te amaba
cuando eras un poeta
y tu aliento prendía
madrelunas de asombro
en mis manos cansadas.
Cuando apenas tenías
junto a la humilde lámpara
noches de vino triste
y romero encendido
para una angustia larga.
Cuando en tu andar soñabas
burdos amaneceres
de zapatos raídos
de muñecas ajenas
de calles enguantadas.
Cuando el viento traía
olor de sombra virgen
a la espiral bohemia
de tu mesa vacía
callada.
Corrías tras mi sombra
desafiando las lunas
y los amaneceres.
Eras tan sólo un hombre
nostalgioso y amargo.
Apenas un poeta
tibio de noches pobres
con las manos vacías
y el loco corazón
desbordante de versos
engañosos.
Por eso yo te amaba.
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