jueves, 27 de junio de 2013

Sentencia Previa (Marcela Guttilla)



Se sintió desplazada por ese dedo que, sin juicio ni palabras, la puerta señalaba. Privada su defensa de grandes impiedades, jugados su destino, su honor y su imagen, de pie y sin moverse, pronunció este relato:

En mi vida, hay tres Valores que no son negociables: mi Fe, mi Dignidad y mis Afectos. 
Esta es la trenza que voy entretejiendo a medida que va surgiendo cada situación, cada paso en el camino. 
No es fácil encontrar un equilibrio, a veces esa trenza se afloja en un extremo, se tensa en el otro, y para colmo yo, ni astuta ni atenta, suelo descuidarla, y a veces se enreda. 

La amarro firmemente, la tomo, la entrecruzo, y puedo ver que cuando sostengo a una, las otras se acomodan, se amoldan, se adaptan, y así puedo experimentar lo bella que puede ser la vida en armonía, de una trenza bien armada, con lucha y sacrificio: los hilos conductores que enlazan mis acciones, la trenza de mi vida: Mi Escala de Valores.

Y sin mediar más palabras, se fueron sus tacones. 

(Es que una persona justa, no acepta Sentencia Previa, de quien con tirana soberbia, se erige como juez). 



miércoles, 26 de junio de 2013

Óleo de Una Mujer con Sombrero (Silvio Rodríguez)



Una mujer se ha perdido
conocer el delirio y el polvo,
se ha perdido esta bella locura,
su breve cintura debajo de mí.

Se ha perdido mi forma de amar,
se ha perdido mi huella en su mar.

Veo una luz que vacila
y promete dejarnos a oscuras.
Veo un perro ladrando a la luna
con otra figura que recuerda a mí.

Veo más: veo que no me halló.
Veo más: veo que se perdió.

La cobardía es asunto
de los hombres, no de los amantes.
Los amores cobardes no llegan a amores,
ni a historias, se quedan allí.

Ni el recuerdo los puede salvar,
ni el mejor orador conjugar.

Una mujer innombrable
huye como una gaviota
y yo rápido seco mis botas,
blasfemo una nota y apago el reloj.

Qué me tenga cuidado el amor,
que le puedo cantar su canción.

Una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall,
corrompiéndose al centro del miedo
y yo, que no soy bueno, me puse a llorar.

Pero entonces lloraba por mí,
y ahora lloro por verla morir.





domingo, 23 de junio de 2013

Puede (Concha González Fernández)



Qué típico de ti
dejar con la última palabra
mis labios rotos.

Puede
que el silencio
asido a la fiel costumbre de acallar
los combates de tu parecer
comenzase a pensar por ti
y para ti.


Puede
que escondido
tras su tonada incomprensible
abogue por el derecho
a la comprensión.

Puede
que redundando en su defensa
abogue
por una de esas comprensiones
enmascaradas de sutileza
de melancolía
de adicionadora y esperanzadora tristeza.

Puede que
ahora
la mente permita a tu boca
practicar el duro ejercicio
de la voz despronunciada

porque
puede que ayer
fuesen tus labios los rotos

porque
puede que ayer
fuese por tus labios rotos
por donde se escapó
la palabra.





Antes (Kydia Mateos; Uruguay)



Yo creo que te amaba
cuando eras un poeta
y tu aliento prendía
madrelunas de asombro
en mis manos cansadas.

Cuando apenas tenías
junto a la humilde lámpara
noches de vino triste
y romero encendido
para una angustia larga.

Cuando en tu andar soñabas
burdos amaneceres
de zapatos raídos
de muñecas ajenas
de calles enguantadas.

Cuando el viento traía
olor de sombra virgen
a la espiral bohemia
de tu mesa vacía
              callada.

Corrías tras mi sombra
desafiando las lunas
y los amaneceres.

Eras tan sólo un hombre
nostalgioso y amargo.

Apenas un poeta
tibio de noches pobres
con las manos vacías
y el loco corazón
desbordante de versos
engañosos.

Por eso yo te amaba.








jueves, 20 de junio de 2013

El Loco (Gloria Gayoso)

 
 
Resbalaban,
sus pasos, resbalaban
en el enjabonado pensamiento.
Corría imaginario por las plazas
con triciclo de huesos.

Inauguraba ritmos encendidos
para ahuyentar el miedo
y giraba cazando mariposas
agitando una máscara de yeso.

A veces en el giro tropezaba
con la destinataria de sus besos
y con sólo tocarla por instantes,
la luz lo regresaba del misterio.

Los lunes se reía estrepitoso
con cascabeles sueltos,
y repetía frases discordantes
golpeando el pecho.
La mano desprendida de su brazo
bailaba autónoma
en el grácil movimiento.

Los ojos coincidentes se perdían
en el caótico vaivén de sus adentros,
vueltos hacia las negras callejuelas
de sus errores viejos.

La llamaba, a los gritos, recobrándola
del olvido profundo de su cuerpo.

Y con el vocerío...
desde la bruma, el nombre de mujer,
vaho sutil de rosa,
con cada letra lo volvía cuerdo...
 
 
 
 


Las Distancias No Miden Lo Mismo (Roberto Juárroz)



Las distancias no miden lo mismo
de noche y de día.

A veces hay que esperar la noche
para que una distancia se acorte.

... A veces hay que esperar el día.

Por otra parte
la oscuridad o la luz
teje de tal manera en ciertos casos
el espacio y sus combinaciones
que los valores se invierten:
lo largo se vuelve corto,
lo corto se vuelve largo.

Y además, hay un hecho:
la noche y el día no llenan igualmente el espacio,
ni siquiera totalmente.

Y no miden lo mismo
las distancias llenas
y las distancias vacías.

Como tampoco miden lo mismo
las distancias entre las cosas grandes
y las distancias entre las cosas pequeñas.



viernes, 14 de junio de 2013

Cuando Me Vaya (Joan Manuel Serrat)



Me iré despacio un amanecer
que el sol vendrá a buscarme temprano.
Me iré desnudo, como llegué.
Lo que me diste cabe en mi mano.

Mientras tú duermes deshilaré
en tuyo y mío lo que fue nuestro
y a golpes de uñas en la pared
dejaré escrito mi último verso.

Y a la grupa
del terral, mi chalupa
de blanca vela peinará el mar.
¿Qué soledad te vendrá a buscar...?
Cuando me vaya.
Cuando me vaya.

Luna tras luna, llamándome
bajarás donde el azul se rompe.
El viento te abrazará de pie
hurgando el vientre del horizonte.

Una sonrisa se esfumará
rozando el borde de los aleros.
Tu boca amarga preguntará
¿...para quién brillan hoy los luceros?

Y las olas
sembrarán caracolas
arena y algas entre tus pies.
Los besarán y se irán después
hacia otra playa.
Cuando me vaya.

Me iré silbando aquella canción
que me cantaba cuando era un crío
un marinero lleno de ron
por si en verano sentía frío.

Me iré despacio y sé que quizás
te evoque triste doblando el faro.
Después la aldea quedará atrás,
después el día será más claro.

Y ese día
dulce melancolía,
has de arrugarte junto al hogar.
Sin una astilla para quemar.
Cuando me vaya.
Cuando me vaya.




miércoles, 12 de junio de 2013

El Último Paso (© Concha González)



El último paso
con el que alcanzaste la meta
de nuestro sueño,
aún resuena por los diáfanos pasillos
de mis desvelos.

Se aferra a sus suelos
tratando de sobrevivir
en sus huecos
tratando de no morir
en los olvidadizos brazos
de los silencios.

Y fue el último paso
el que llegó primero.
 
Fue el último
el que alcanzó la meta
de nuestro sueño.